El mal no es algo novedoso; ha estado con nosotros desde tiempos inmemoriales. Pero sí hay algo nuevo en el tipo de maldad que caracteriza nuestro mundo contemporáneo líquido-moderno. El mal se ha vuelto más penetrante, menos visible, se oculta en el tejido mismo de la convivencia humana y en el curso de su rutina y reproducción cotidiana. En su forma presente, el mal es difícil de detectar, desenmascarar y resistir. Nos seduce por su ordinalidad y luego salta sin previo aviso, golpeando aparentemente al azar.
Si bien, nadie nace malo. Al fin y al cabo, es absurdo atribuir la categoría de malo a alguien que ni tan siquiera tiene consciencia de ser. Al final, todos somos capaces de hacer el bien y el mal. Nos gusta pensar que finalmente el bien vencerá. Hacer el mal. Consentir el mal. Provocar el mal sin quererlo. Hacer el bien sin quererlo no tiene mérito alguno. Hacer el mal sin quererlo no conlleva responsabilidad. No hacer nada cuando somos testigos de un mal es actuar. Consentir el mal es otra forma de hacer el mal. El mal que puede ser hecho no conoce límites…
Los anillos del poder: donde anida el mal
Lo mismo ocurre en la ficción y en obras como “El Señor de los Anillos” que es, entre otras cosas, una profunda reflexión acerca de lo que significa ser realmente humano en un mundo imbuido de maldad y oscuridad perennes. Además, nos enseña que la balanza está siempre ante nosotros y nuestra labor es juzgar qué consideramos más conveniente, aunque el resultado sea igual de perjudicial para quien lo sufre.
El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder, el mayor evento audiovisual de los últimos tiempos con su estreno en Prime Video, que no cinematográfico, sigue en cierto modo la estela de como el símbolo del bien frente al mal pende de un hilo. A este respecto, en un escenario que se desarrolla miles de años antes de los eventos acaecidos en “El Hobbit” y “El Señor de los Anillos”, y que nos lleva a una era ambientada en la Segunda Edad de la Tierra Media.
Una Edad que representa la calma en medio de una tormenta en ciernes y auspiciada por Sauron, el antagonista y villano principal de la franquicia en su acepción de embaucador.
Un reparto coral y una ambientación totalmente inmersiva
Es magnífico que el espectador se sienta invitado a vivir, no tan solo los espacio, sino lo que se mueve en el espacio. Excepto si el tema lo pide. Porque cualquier obra que se precie empieza realmente no cuando se explica, sino cuando se narra. Es evidente que se debe enmarcar o ambientar la acción, pero ofrecer una minuciosidad que sea estimulante no está al alcance de todos.
En este sentido, este primer episodio de “El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder dedica todos sus esfuerzos para que conozcamos el objetivo del contenido que quiere contarnos: la oscuridad al descubierto. Después de todo, es esencial saber hacia dónde nos dirigimos y para qué, y a lo largo de 66 minutos conocemos a diferentes personajes con distintas aspiraciones, desde una joven Galadriel obsesionada con vengar la muerte de su hermano hasta Nori Brandipie, un ser con una curiosidad insaciable.
Es un elenco coral en los que sus personajes principales tienen asignados aproximadamente la misma relevancia y apariciones dentro de la producción. Una producción con un envoltorio espectacular, que va desde las profundidades más oscuras de las Montañas Brumosas, pasando por los majestuosos bosques de Lindon, y que tiene todavía mucho camino por delante.
Esta reseña ha sido realizada gracias a una suscripción de Prime Video.