Cowboy Bebop

¿Por qué existe algo y no más bien la nada? Es una pregunta que el pensamiento occidental se ha hecho desde tiempos inmemoriales. Este cuestionamiento obedece a la búsqueda del origen de nuestra existencia y la de todo lo que nos rodea.

Entre muchas cosas, Cowboy Bebop tiene una fuerte conexión con la interrogante sobre la existencia y sus consecuencias. Shinichirō Watanabe comienza haciendo dos declaraciones fuertes mediante la imagen. De hecho, durante los primeros compases de la serie, ya se nos da una pista de sus intenciones y ha puesto la pregunta sobre la mesa. En estos primeros cuadros tenemos dos puntos clave: la introspección, a saber, el ser interno, y la capacidad de lo infinito mediante lo finito.

Sí, la obra que protagoniza estas líneas trata de lo humano y qué es lo que hace una existencia humana o lo contrario, pero hay algo más: cómo el avance de la tecnología moldea nuestra identidad humana. Ciertamente, sin avance tecnológico, estaríamos todavía en la Edad de Piedra, como Jevons puso de manifiesto con su modelo de avance de la población geométrica mientras los alimentos lo hacían a velocidad aritmética. Cualquier parón tecnológico se traduce en decadencia y miseria; sólo la innovación – en el sentido no de invención, sino de aplicación de nuevas tecnologías – permite salir de la miseria, y reducir su significante en números de afectados.

Empero, un uso inadecuado puede hacernos perder la humanidad, el cómo hacer uso de ella y lo más importante, como hacer de ella el mayor soporte y fortalecimiento de nuestro ser mismo, del “Yo Soy”.

El fin de la humanidad

La ciencia ficción se ha preguntado muchas veces por esa diferencia que nos distingue en absoluto de otras existencias, tanto en lo particular como en lo general, o visto de otra manera en el sujeto y la masa. Sería casi imposible decir qué es lo que nos hace ser; empero, siempre podemos ir por el camino contrario… que es no ser. Aquí nos tenemos que detener y saber que la nada no es igual al no ser, sobre todo porque la nada no se puede pensar y llegar por ahí sería invalidar todo lo que hemos dicho.

En Cowboy Bebop, el futuro presenta un escenario atemorizante: la tecnología ocupa cada espacio, automatizando todos los procedimientos. La vida se hace más sencilla y confortable, pero las colectividades están conformadas por individuos aislados. Los nexos interpersonales son, prácticamente inexistentes. Y los sesgos de tipo social causan una alteración en el procesamiento de la información captada por nuestros sentidos, lo que genera una polarización de amplios sectores populares como el poder económico y financiero.

La incitación al consumo y la oferta de carnalidad, inundan cada rincón. En este universo distópico, la vida apesta. Y todo gracias al equipo de arte, que consigue una proeza, al inventar, de la nada, un futuro ignoto, al que le dan forma y matices, con gadgets y desarrollos tecnológicos sorprendentes. La sola contemplación de los escenarios es un buen incentivo para superar la lenta progresión de eventos.

La tripulación de Bebop avanza en una atmósfera casi onírica, irreal, mimetizada con el paisaje urbano semejante a un inframundo de modernidad hueca. Quizá una de las

consecuencias más dramáticas de ello es el desconcierto respecto del sentido del aquí y el ahora en un mundo cada vez más desigual y excluyente. Es algo que nos conmina a cuestionar, repensar y, sobre todo, a reivindicar las grandes utopías de una modernidad en cuyo centro está la reivindicación humanitaria de la vida social.

El difícil equilibrio entre tecnología y humanidad

En resumidas cuentas. Cowboy Bebop posee la fuerza de un sueño que ha cristalizado en la memoria colectiva, adquiriendo la perennidad del mito y la densidad simbólica del arquetipo. La serie nos habla del futuro, pero aborda temas primordiales que acompañan al ser humano desde los primeros atisbos de la civilización. Dicho de otra forma, retrata un futuro donde las certezas se han desplomado y las identidades se han vuelto difusas por culpa de la tecnología. En ese sentido, es una obra visionaria, pues las décadas transcurridas van corroborando esa tendencia.

Estamos en 2022, y aunque todavía queda mucho para que llegue el año 2071, ¿nos estamos acercando a la distopía que ha esbozado Shinichirō Watanabe? Quizá no hay naves espaciales que viajan más rápido que la velocidad de la luz a través de puertas hiperespaciales, pero la soledad, la angustia y el desarraigo que se percibe en cada rincón de la serie ya está aquí.

Este artículo ha sido realizado con motivo del AnimeRetroMFT, una iniciativa creada por Estantería Otaku donde la magia, la fantasía y la tecnología se dan de la mano.

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