El camino que ha recorrido la informática personal durante las últimas cuatro décadas y media está lleno de altibajos. Por ejemplo, a principios de los años 80, los ordenadores personales no eran populares. No lo eran por su precio, que los colocaba fuera del alcance de muchas personas. Y tampoco por su vocación, que solo los hacía atractivos ante los ojos de los más entusiastas, así como los más adinerados. Por suerte, hubo una máquina que intentó romper esa tendencia, aun cuando incluso para los estándares de la época, era un ordenador con unas prestaciones bastante modestas.
Si bien, cuenta con una relevancia histórica enorme debido a que su moderado precio permitió a millones de usuarios acceder a la informática personal en una época en la que sus competidores eran sensiblemente más caros. Sí, su éxito fue desigual, pero en algunos países, como España o Reino Unido, tuvo una acogida excepcional, sobre todo si sumamos las ventas del modelo original y las de sus revisiones. Estamos hablando, por supuesto, de la primera versión de ZX Spectrum, un ordenador que tenía tan solo 16 kbytes de memoria principal y necesitaba trabajar en tándem con un casete monofónico para cargar los juegos y los programas almacenados.
Aun así, Sir Clive Sinclair, el artífice de esta añorada máquina, se empeñó en poner a punto un ordenador personal que realmente fuese asequible, algo que bastó para encumbrar a una pequeña joya de la informática doméstica por la que muchos todavía suspiramos. Y el libro que nos ocupa, “ZX Spectrum: un recorrido visual Vol.2”, completa el volumen anterior para reivindicar esa pieza de hardware que contó con una importancia similar a la que tuvo Commodore 64 en los Estados Unidos y que se convirtió en la abanderada informática de la tecnología europea.
Una puerta de entrada a la programación
Así pues, Juan Antonio Fernández nos cuenta a través de las páginas de “ZX Spectrum: un recorrido visual Vol.2” como el ordenador más mítico de los años 80 entró en muchísimos hogares de todo el mundo, además de convertirse en el precursor de grandes programadores que convivieron con esta tecnología desde muy jóvenes. Dicho de otra manera, fue la responsable de democratizar el acceso a la tecnología y de inspirar a una amplia comunidad creativa, otrora compuesta de jóvenes jugadores ávidos, que ha llegado hasta nuestros días.
Esto es en parte debido a la facilidad para programar en él, tanto por profesionales como por usuarios con unos pocos conocimientos de programación. Y es que gracias a su compilador BASIC, muchos de nosotros podíamos sentirnos como profesionales del sector.
Tanto es así que a lo largo del tiempo se publicaron decenas de miles de juegos, y aunque no todos eran sofisticados y de excelente calidad, entre ellos había grandes títulos innovadores aclamados por la crítica. Títulos tan célebres como el clásico Atic Atac, que flirtea abiertamente con la perspectiva, con el punto de vista de la acción en el que nuestro protagonista tenía que enfrentarse a decenas de enemigos, hasta Narco Police, una propuesta que mezcla los géneros de acción y estrategia y que cosechó una gran popularidad en la época de los 8 bits. Fue precisamente durante este periodo cuando la creación de juegos comenzó a tomar forma, convirtiéndose en un mercado en el que era posible generar dinero y profesionales.
La nostalgia siempre sale adelante y su llama perdura
Aunque la vida comercial de ZX Spectrum llegó a su fin a principios de la década de los 90, muchos fueron los que, durante los años venideros, continuaron jugando y programando a través de estas máquinas. Ya sea mediante la emulación o en los ordenadores originales, se ha mantenido viva la llama de la nostalgia compuesta de 8 bits. Y esta suerte de añoranza ha conseguido preservar estos juegos, así como programar otros tantos nuevos. “ZX Spectrum: un recorrido visual Vol.2” pone de manifiesto esta suerte de segunda juventud por medio de varios títulos que han sido cocinados a fuego lento, casi siempre sin presión comercial y sin la necesidad de satisfacer una fecha de lanzamiento.
Títulos en los que se pueden apreciar con facilidad el enorme esfuerzo y la creatividad que derrochan por los cuatro costados, y que exprimen al máximo las capacidades de esta. Porque a veces, se puede demostrar que los límites técnicos están para romperlos, pese a todos los miles de juegos que albergaron en sus años de gloria. Por ejemplo, 2020 fue uno de los años con más lanzamientos destinados al Spectrum en las dos últimas décadas, dado que el confinamiento decretado a raíz del estado de alarma como consecuencia de la pandemia de coronavirus ha potenciado la imaginación. En otras palabras, el aburrimiento de estar encerrados en casa y las restricciones asociadas han resultado un cóctel idóneo para el desarrollo creativo.
Hay una enorme riqueza de planteamientos, incluyendo aquellos que siguen estructuras narrativas clásicas que duran una serie limitada de horas y que terminan de forma parecida a como cerramos la lectura de una novela. Y entre todos estos planteamientos, podemos encontrar propuestas como Travel Through Time Volume 1: Northen Light, una obra que no solo se permite el lujo de ser un divertidísimo juego de conducción arcade que no solo está marcada por la influencia de Out Run, sino que también nos sumerge en una historia con identidad propia.
Una carta de amor
Si bien la nostalgia proviene de un lugar sincero de nuestros corazones, no es el elemento por el cual podemos dar una revisión objetiva sobre este tipo de arte, sino ese momento fijo y perfecto que nunca cambiaríamos y que tratamos de volver a repetir. “ZX Spectrum: un recorrido visual Vol.2” pone todo su empeño en complementar a la primera parte con toneladas de nostalgia, pues todo el cariño puesto en el diseño del libro parte sin duda de la pasión para con esta máquina. Por suerte, también consigue mirar hacia adelante.
Después de todo, la leyenda del Spectrum mantiene todavía una gran parte de su fuerza y contemplamos con asombro nuevos desarrollos que nos siguen dando sorpresas.
Esta reseña ha sido realizada gracias a un ejemplar físico proporcionado por Dolmen Editorial.
En ciertos sentidos es muy buen libro, los dos, pero es bastante triste que no incluyan más o ras del homebrew que no sean “de los de siempre” , hay mucho amiguismo en la escena y es bastante triste.