Las leyendas son narraciones folclóricas y tradicionales de distintas culturas que sobreviven al paso del tiempo. Es una composición literaria compuesta por una mezcla de hechos reales junto a eventos magníficos e increíbles. Estas historias se transmiten desde hace siglos y han servido para incentivar la imaginación de los niños y establecer importantes enseñanzas. Las mismas estimulan el desarrollo cognitivo de los más pequeños. Albergan grandes mensajes y valores. También forman parte de la riqueza cultural de la humanidad y facilitan la interacción social.

Cabe decir que a través de las leyendas se marca una identidad nacional que crece con las personas al pasar los años. Por ejemplo, ¿alguna vez has oído hablar del Pombero? Este misterioso ser es considerado el protector de la naturaleza y la cultura guaraní en Sudamérica. Su leyenda ha sido transmitida de generación en generación y hoy en día sigue siendo una parte importante de la cultura popular en países como Paraguay, Argentina y Brasil.

También ha variado diversificándose la creencia popular que lo explica y la concibe. La más antigua noticia que tenemos del Pombero es la del genio protector de los pájaros en la selva, que se presentaba a los niños cazadores como un hombre muy alto y delgado. Las versiones modernas, en general, lo dan como a un hombre bajo y retacón que puede perjudicar, pero que puede hacerse amigo de los campesinos que le ofrecen tabaco y algún alimento, y en ese caso les hace grandes servicios.

Pero el Pombero supera lo que dice la enciclopedia más consultada de la web. Responsable de pequeños accidentes caseros, el mito popular es parte de la idiosincrasia de la zona mesopotámica desde la época de los guaraníes y se reactualiza constantemente. Y obras como Pombero: EL SEÑOR DE LA NOCHE (Renacido) se ampara en esta máxima usando la leyenda del Pombero como telón de fondo, pero, sobre todo, nos sumergimos en una macabra realidad sobre experimentos en humanos.

Dicho de otra manera, es un viaje a través del lado más oscuro del ser humano. Un relato centrado en la realidad, que resulta escalofriante y asombroso, y que debe ser contado para así nunca ser repetido.

Mitos y leyendas guaraníes

El videojuego de terror se convirtió desde los primeros compases de la industria en uno de los pilares básicos de la misma. Desde títulos tan tempranos como The Lurking Horror, el terror ha sido uno de los principales atractivos para el jugador. Si bien, los primeros años de la década de los 90 supusieron el definitivo asentamiento del género como uno de los más potentes dentro de la industria, dando pie a la cristalización de mecánicas y características básicas del género que todavía se mantienen a día de hoy.

Y si no, que se lo digan a obras como Pombero: EL SEÑOR DE LA NOCHE (Renacido), un juego de terror en primera persona en el que tendremos que explorar la campiña paraguaya en búsqueda de las pistas de nuestra difunta madre y sobrevivir a un ambiente hostil.

La traslación del terror al videojuego ha conocido distintas expresiones, si bien el género jugable y argumental ha persistido, es cierto que las narrativas difieren. En el caso de Pombero: EL SEÑOR DE LA NOCHE (Renacido), nos encontramos ante una obra que se centra en el desarrollo en primera persona de estilo footage, elaborando su construcción terrorífica en la falta de recursos para responder al ataque de una amenaza que está ahí. Apela a una necesidad primaria, de manera que muchas de nuestras acciones se desarrollen a base de impulsos. Quizá el miedo más cerval de todos: el que solo uno mismo es capaz de imaginar.

Es un horror que impacta más visualmente por los cambios bruscos de imágenes y secuencias agonizantes de su trama. Si bien es cierto que, en parte, ese factor de ir armado puede ayudar a llevar mejor las situaciones de pánico, Pombero: EL SEÑOR DE LA NOCHE (Renacido) sitúa con mucho cuidado los instantes de sustos y momentos críticos para que los jugadores se confíen y caigan rendidos a sus pies al borde de un ataque de nervios.

El tren de la bruja en el juego desarrollado por Inside Studios y Warani Studios es, literalmente, un tour donde cada sobresalto y cada suceso extraño forma parte del empeño de nuestro propio cerebro por arrojar símbolos y metáforas de los mayores miedos a los que nos enfrentamos. La apuesta es clara desde el primer momento, y aunque pueda parecer poco ambiciosa, lo cierto es que las fichas del casino están colocadas en otro número, pero están.

La mirada del miedo

De alguna forma, el terror puede considerarse como una suerte de autodescubrimiento, de reconocerse a la manera del relámpago entre dos irrealidades -quienes somos y quienes creemos ser-, ninguna de ellas plenamente consciente si no es por un impulso. La significación es un asunto peliagudo, y el terror actúa de intermediario, del mismo modo que la puerta que chirría y deja paso a una luz tenue, permitiendo el intercambio. Es una forma de estar vivo y más allá, quizá de no morir, y es que hay quien vive sin hacerlo. El verdadero terror, por ende, no se queda en la superficie; es una herramienta invisible y puntiaguda, escarbará si se le deja.

Y juegos como el que protagonizan estas líneas se bifurcan hasta el eco sordo de un instante más antiguo, el del miedo. Por medio de sus mecánicas, desarrolla una ausencia que delata una verdad todavía más inminente, abrazando las situaciones sangrientas, las imágenes de violencia explícita y los peligros grotescos.

Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de PC facilitada por Warani Studios.

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