Hoppy Hop

Mucha gente, allá por la década de los setenta, asociaba los videojuegos a Space Invaders, y a principios de los ochenta, fue Pac-Man el videojuego que llevaba la bandera al pensar en videojuegos. Si bien, hubo otras propuestas que a pesar de convivir con el juego de Namco, también lograron su pequeña parcela de éxito, saltando de los arcades a multitud de plataformas.

Estamos hablando de Q*Bert, un título en el que manejamos a un simpático personaje con una trompa, extraño lenguaje y las piernas que le hacen saltar de plataforma en plataforma esquivando enemigos a lo largo de diferentes escenarios. Escenarios que estaban representados por una pirámide de cubos, con una perspectiva isométrica, pero de jugabilidad en dos dimensiones, ya que nos movemos exclusivamente en diagonal. Y todo con un propósito: saltar de plataforma en plataforma para ir cambiando el color del cubo al que saltemos, y completando así el nivel cuando todos hayan sido cambiados de color.

El poder del salto

Es un desarrollo que han heredado obras contemporáneas como Hoppy Hop, un plataformas de acción clásico en el que tendremos que dar saltos por doquier mientras buscamos la forma de volver a casa. Al fin y al cabo, somos un conejo, un animal conocido por su habilidad para saltar gracias a una combinación de fuerza y agilidad. Una habilidad que le permite escapar de depredadores y alcanzar alimentos. Pues esa es la máxima del juego que protagoniza estas líneas, ya que aparte de saltar encima de todas y cada una de las casillas para pintarlas todas a un tono grisáceo y superar el nivel, también tendremos que sortear toda clase de enemigos.

Dicho de otra manera, en todas las pantallas tendremos una serie de enemigos que nos harán las cosas algo más difíciles. La verdad que no son muchos, y se repiten hasta la saciedad, pero no menos que ciertos fantasmas de colores, ¿verdad? Y de la misma forma que Q*Bert, al ir pasando de nivel, los enemigos serán más implacables si cabe, lo que hará que se multiplique la dificultad, y se convierta en el juego de total y absoluto dominio de los movimientos de los enemigos aderezados con unos reflejos de lince.

Saltando de casilla en casilla

En cierto modo, es exigente de una manera muy distinta a la que podemos ver en juegos de plataformas más desenfrenados, y los desafíos que tanto profesa se basan en lo que se ha hecho antes, a través de una acción con dificultad creciente. De la misma manera, tiene en su haber fundamentos que apenas se han tocado en más de 30 años de historia y que tampoco necesitan ser cambiados, sobre todo en un terreno que a día de hoy se ha vuelto sumamente fértil, por ejemplo, la posibilidad de mantener un ritmo de juego constante para optimizar los movimientos y encontrar la mejor manera de maximizar nuestra puntuación.

En resumidas cuentas, Hoppy Hop es puro arte interactivo sin fecha de caducidad.

Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de PC facilitada por Josyan.

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