Quadroids

Lemmings es una de esas ideas tan locas que prácticamente todo en él es puro videojuego. Partiendo de la base de su plantilla de protagonistas, esos diminutos seres de pelo verde, vestidos de azul, y que se movían con especial gracia por el escenario, el título tenía un objetivo bien sencillo: llevar al mayor número de criaturas de un punto A hasta un punto B. Y, para hacerlo, teníamos a nuestra disposición todo tipo de habilidades para que los personajes fueran capaces de guiarse los unos a los otros hasta la meta. Porque, no nos engañemos, los lemmings eran bastante cortos de luces.

Sea como fuere, el inmortal título de puzles que en su momento supuso toda una revolución para el género similar a la lograda por el mismísimo Tetris años atrás.  Tanto es así que ninguna entrega ha conseguido igualar a la primera en cuanto a diseño y equilibrio, quedándose en un lugar especial y único en la historia del videojuego, un título de su época y una bandera dentro del heterogéneo catálogo de Amiga. Y aunque su legado no ha sido claramente continuado, ni se ha podido evolucionar de forma exitosa con sus secuelas, su recuerdo perdura en todos los que los disfrutaron y en todos los que lo disfrutarán a través de la conservación.

Por suerte, su concepción más atípica de lo normal es algo que podemos ver en obras más recientes como Quadroids, un juego de plataformas de acción retro en el que tenemos que poner a prueba nuestro neocórtex mientras intentamos controlar 4 pantallas por nosotros mismos y ya sea de paso, superar más de 100 niveles de rompecabezas.

Una odisea en la galaxia

Los primeros niveles de Quadroids son un paseo, ya que sin necesidad de un extenso tutorial que explique constantemente qué hay que hacer, el jugador puede poner a prueba las diferentes opciones a mano. Pero a medida que avanzamos por los diferentes niveles la cosa se pone bastante más seria. ¿Cómo? Concretamente, la gente de Blue Loop juega con dos aspectos esenciales: el diseño de niveles y el uso de los cuatro gatillos para desenvolvernos a lo largo de las cuatro pantallas de las que se compone cada nivel. Si en las primeras fases todo es jauja, el juego comienza a ponerse difícil a medida que avanzamos.

No sólo hay obstáculos cada vez más difíciles de salvar —pronto aprenderíamos que los Quadroids no son los seres más listos del universo— lo que nos obliga a romperse mucho el coco para saber qué solución es la más adecuada.

Y aunque el número de acciones que se pueden realizar es ilimitado, tendremos que estrujarnos la materia gris y planificar con sumo cuidado la ruta a trazar para llegar a la meta. En el juego existen muchísimas fases, todas ellas con una dificultad creciente, y cada una de ellas es un microcosmos en sí misma, por lo que tendremos que adaptar continuamente nuestra estrategia a las diversas situaciones que se van presentando. Eso sí, por buena y original que sea la idea y mecánica base, esta quedaría desaprovechada sin un buen diseño de escenarios y puzles. Afortunadamente, el equipo de desarrollo ha hecho un soberbio trabajo también a ese respecto.

Un millón de Quadroids saltando saltando de plataforma en plataforma

Quadroids ha estado en desarrollo por muchos años, permitiendo así una larga y bien ajustada curva de dificultad que va desde el aprendizaje sin darnos cuenta a “¿cómo demonios completamos esta fase?”. Algunas veces necesitamos coordinar roles en puntos distintos, otras veces tenemos que sacrificar a una masilla para que el siguiente Quadroid pueda seguir hacia adelante. Sí, el sacrificio es una constante en el juego que protagoniza estas líneas, una forma de ser útil para con el resto, algo que lo diferencia con respecto a otras propuestas que se amparan en mecánicas similares.

Al final, el juego que nos ocupa consigue engancharte pese a su dureza, despierta la necesidad de mejorar los resultados obtenidos, de rebajar tiempos, y muestra un mundo variado y bello. Serían mejorables algunos detalles, pero nada que moleste demasiado o impida disfrutar de dicha aventura.

Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de PC facilitada por Cosmocover.

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