Moonscars

La arcilla o barro, es la masa que resulta de la mezcla de tierra y agua: si juegas en el barro te vas a ensuciar. Lodo que se forma en las calles cuando llueve: le barro que se juntó favorece los derrapes. Material arcilloso moldeable que se endurece por la cocción, utilizado en alfarería y cerámica: artesanías de barro.

La naturaleza que todo lo hizo por amor, somos arcilla entre sus manos, es como el alfarero que nos asiste, nos alisa y nos marca con sus herramientas que aprietan y cortan y liman. Como la arcilla es la obra de las manos de un alfarero, nosotros somos la obra de sus manos. En las vidas nuestras pretendiéramos poder evitar todo lo que nos duele, todo lo que nos causa sentimiento de dolor. Pero son los procesos que hieren, los que nos pulen y los que dejan sus huellas en nosotros.

Como el barro del alfarero, la gente de Black Mermaid ha estudiado la arcilla y descubierto sus virtudes y defectos con el fin de modelar Moonscars, un metroidvania en dos dimensiones con secciones de plataformas y acción, que se ambienta en un mundo decadente. Un mundo de tonos ocres donde la arcilla, vista a través de los ojos de la implacable guerrera Irma la Gris, tiene un “simple” propósito: desentrañar el misterio de su existencia.

Yo soy la arcilla, tú el escultor

La influencia que Dark Souls ha ejercido en el desarrollo de videojuegos a nivel mundial desde su lanzamiento ha sido apuntado en múltiples ocasiones. Tanto es así, que siempre que sale un juego con dificultad alta se lo suele comparar con Dark Souls. Su propuesta embebida de oscuridad, magia y misterio lo ha convertido en uno de los juegos más importantes de la década, tanto a nivel de género como de representación.

En palabras de sus creadores, Moonscars combina la esencia de la saga Souls y lo mejor del género metroidvania, pero grosso modo, la obra que nos ocupa se destapa como una apuesta que recupera el aroma de los juegos bidimensionales, apostando más por lo segundo y no tanto por ese sombrío mundo nacido con la idea de no ser un juego de masas y que ha terminado convirtiéndose en un fenómeno mundial. Un mundo que impone por su dificultad, pues en cualquier momento se pueden volver las tornas a nuestro favor o en contra. Si bien, es un juego que te motiva a repetir y reintentar las cosas, dándote al final una sensación de recompensa y progreso enormemente gratificantes.

Sí, no tardaremos en darnos cuenta que Moonscars es una obra dura y exigente, una de esas en las que la muerte está a la orden del día y forma parte intrínseca del ADN de su universo. Todo lo que nos rodea es muerte, desolación, tristeza, soledad y supervivencia, pero que los árboles no te impidan ver el bosque, pues al mismo tiempo se trata de una variada odisea que cuenta con un desarrollo en dos dimensiones en el que el jugador tiene que recorrer un mundo en donde va progresando al detenerse con algún obstáculo, regresar a otro punto, conseguir una habilidad y luego usar esa habilidad para progresar a otras áreas del mapa.

En cierta manera, es algo muy similar a Doom, un videojuego en primera persona que tiene mapas en los cuales el jugador tiene que explorar un escenario con llaves que le permiten acceder a otras zonas antes de que un obstáculo lo enfrente y tenga que regresar múltiples veces para poder hacer progreso a la larga y escapar del “laberinto”.

Moldeando el mundo

El backtracking, técnica que consiste en obligar al jugador a visitar escenarios ya conocidos y que es popular en los metroidvania, puede ser un absoluto desastre en malas manos. Un buen metroidvania es el que hace que cada visita tenga sentido por sí misma. En la mayoría de juegos del género suele ser a partir de habilidades adquiridas (doble salto, correr por las paredes), y obras como la que protagoniza estas líneas también manifiestan una situación de conocimiento adquirido.

Porque conforme comprendes el funcionamiento del combate para enfrentarte a toda clase de criaturas sin sufrir daño o visualizas conexiones entre zonas para llegar a lugares que parecían inalcanzables se van abriendo nuevas rutas, atajos o simplemente objetos extra. 

No hace falta que el juego proporcione un indicativo explícito de esas nuevas situaciones en lugares conocidos; la confianza que el jugador gana en sus propias habilidades es la clave del avance.

Al final, Moonscars se revela como un acto de pura seducción que barre referencias a lo largo y ancho de estilos, y que destaca por su increíble esfuerzo, su vastedad y su virtuosismo artesanal casi enfermizo.

Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de Xbox Series S|X facilitada por Plan of Attack.

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