Gylt

El miedo a la oscuridad es un miedo ancestral, universal y adaptativo para la supervivencia del ser humano, ya que en la oscuridad nuestros depredadores tienen una buena visión y nosotros no. Las imágenes de hurtos, asesinatos y sucesos escabrosos suceden frecuentemente por la noche y por eso no es extraño asociar la oscuridad con el peligro. Aunque vemos estas imágenes en la ficción y sabemos que normalmente no suceden en la realidad, nuestra mente las codifica como algo terrible que afecta a nuestra seguridad.

Si bien, lo más terrorífico de la oscuridad es el miedo a lo que habrá cuando todo se ilumine. El terror no es el miedo a lo desconocido, sino al descubrimiento, a superar ese momento de incertidumbre que revele lo que acechaba en las sombras. Gylt, de Tequila Works y Parallel Circles, recoge esa máxima y la desarrolla a través de cuatro horas en los que, al igual que la linterna de nuestra protagonista, ilumina tenuemente un terror real, sin paliativos. Un terror puro y sin concesiones que traspasa la pantalla y te parte en dos para luego desvanecerse de nuevo en la oscuridad.

El mundo se ve muy grande cuando eres un niño. Nuestra protagonista Sally, una niña de Bethelwood, se encuentra en un lugar en el que todo parece desproporcionado. Una versión retorcida de su ciudad donde sus miedos y sus más oscuros recuerdos se le presentan de un modo retorcido y muy real. Un entorno hostil y macabro que recorremos casi en penumbra y que apenas podemos vislumbrar gracias a la luz de nuestra linterna. No importa cómo hemos llegado ahí, sino cómo descubriremos el misterio detrás de la desaparición de Emily.

El objetivo aquí no parece tanto desarrollar una historia a través de las propias mecánicas y los escenarios que componen la escuela, sino una sensación, un permanente estado de ansiedad que deja espacio en última instancia a la congoja. La gente de Tequila Works entiende lo grotesco de una manera muy similar a juegos como Little Nightmares, con la que Gylt guarda más que una similitud. Hay algo artesano en las animaciones de los personajes, algo casi tangible que los asemeja más a una creación del Henson de Cristal Oscuro que de una animación tradicional de videojuego.

El impacto social del acoso escolar

Esta mezcla es completamente necesaria para que funcione el inesperado leitmotiv por el que se rige el particular universo en el que nos encontramos, que no es otra cosa que el bullying.

Sin entrar a valorar el origen histórico del fenómeno, o en qué grado se incrementa en los últimos tiempos, hay que partir de que el bullying es una forma de acoso que está en constante evolución, lo cual le ha permitido seguir presente y constante a lo largo de los años. Así, es posible que haya evolucionado de una forma primigenia como es la violencia física hasta pasar a ser una importante herramienta de exclusión social mediante herramientas que le han dado alas, teniendo en cuenta que la violencia física deja “huella” mientras que el acoso psicológico no.

La relevancia social que tiene el bullying plantea muchos interrogantes que se refieren a la negligencia con la que se aborda el problema en muchas ocasiones. En concreto, cabe preguntarse sobre por qué las medidas contra el acoso escolar se centran más en las consecuencias, cuando el daño está hecho. ¿Por qué no se dan mayores medidas para prevenir este problema antes de que suceda? ¿Hay planes de futuro de cara a este problema?

Al final, las medidas y políticas preventivas y correctoras del acoso escolar deben partir de un consenso y sensibilidad social sobre la gravedad del daño y sobre responsabilidades. Y obras como Gylt, a pesar de sus apariencias, lleva a cabo una aproximación al impacto social del acoso escolar o bullying como “problema social” reconocido en los diferentes ámbitos de la sociedad con los que guarda mayor relación: entre los padres con hijos en edad escolar y entre trabajadores en centros educativos con responsabilidad formal sobre la seguridad y bienestar del alumnado.

No solo enseña, además, provoca sentimientos y genera una impresión duradera en los jugadores a través de los ojos de Sally. Esto permite plantear una discusión posterior sobre el tema del acoso y el ciberacoso con sus alumnos a partir de lo que han experimentado los jugadores a lo largo de la aventura.

Gylt y el verdadero miedo

Por lo demás, uno de los mayores atractivos de Gylt es indudablemente su arte. El colegio se siente como un diorama al estilo de Tim Burton, y escurre imágenes sombrías, haciendo un excelente trabajo elaborando un mundo terrible y deprimente. Logra generar terror a través de su aspecto, pintando un entorno inquietante y escalofriante del que querrás escapar lo antes posible. Los enemigos se elevan sobre ti, las criaturas se dispersan cuando recorres determinados escenarios, y las luces proyectan sombras siniestras en las paredes.

Es cada miedo de la infancia envuelto en un paquete horrible, y su sensación opresiva no se detiene hasta el final. Es lo más parecido a un cuento, qué duda cabe, pero como todo buen cuento, tiene el tiempo suficiente como para lanzar algunas reflexiones.

Sí, Gylt no es el primer juego que propone una alternativa estética al terror diferente. De hecho, muchos juegos han explorado la posibilidad de crear estilos que se alejan del fotorrealismo con diferentes objetivos en mente y se ha mostrado que es una estética no solo efectiva, sino que también atractiva para todo tipo de consumidores. Sin embargo, consigue destacar ofreciéndonos una pesadilla opípara donde cada descubrimiento nos sumerge más y más en la oscuridad.

Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de Steam facilitada por Tequila Works.

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