Parece idiosincrático del propio género que ni siquiera los que somos fans acérrimos de éste tengamos muy claro cómo denominar al roguelike moderno. Si lo pensamos en frío, poco queda en juegos como Enter the Gungeon o Nuclear Throne de la esencia de Rogue (1980), que inauguró la tendencia de la narrativa procedimental, basada en la muerte permanente y la exploración de mazmorras. El éxito entre un nicho concreto de los jugadores del género roguelike – literalmente, “similar a Rogue” – tuvo un repunte drástico alrededor de 2010, coincidiendo con el auge comercial y de visibilidad del juego independiente y tras la publicación de hitos como FTL: Faster Than Light (2012) o la versión original de The Binding of Isaac (2011).
Esto creó una pequeña división entre la comunidad ya existente, y quizás con buen motivo: si bien estos juegos compartían características con aquello que hasta entonces se había considerado roguelike, había una diferenciación estética, mecánica y de diseño lo suficientemente grande como para empezar a considerarlos otra cosa diferente.
Así, a esta nueva ola de juegos inspirados por el roguelike se les empezó a denominar – a veces, de forma despectiva – como roguelike-like. Un término un poco vago, pero que quizás transmite con éxito la idea importante: que estos juegos mantienen la premisa original del género, pero no del todo. No fue hasta el lanzamiento de Rogue Legacy (2013), no obstante, cuando alguien se atrevió a ponerle el cascabel al gato: los propios desarrolladores de este título se referían a él, en su página de Steam, como “roguelite”.
Ambas denominaciones, el roguelike-like y el roguelite han convivido hasta ahora, contando cada una de ellas con defensores y detractores pero, en la práctica, generando más que nada una atmósfera un poco confusa alrededor del género, que a pesar de ser indudablemente popular entre los jugadores se siente, en ocasiones, un tanto desprovisto de identidad.
Un Early Access productivo
Básicamente, Windblown toma todos los elementos que se han establecido como pivotales al roguelike en los últimos años, y añade un par de ideas nuevas para cohesionarlos. Y el resultado es una experiencia que es tan satisfactoria como esencial, en el sentido literal de la palabra: resume con maestría la esencia de esta nueva tendencia, extrae de juegos anteriores aquellos aciertos y desecha los traspiés, y jugarlo sería, en sí mismo, suficiente para comprender y analizar las características específicas de estos títulos.
Es tan evidente que Windblown conoce cuales son sus herencias que cuando adopta conceptos de otras sagas, otros juegos, ni siquiera hace un leve ademán de disimularlo, de tomar como propias las características que se han ido construyendo y desarrollando colectivamente durante los últimos años. No es el único caso, pero sí es buen ejemplo que, al final de cada nivel, el juego nos permita escoger una entre varias modificaciones a nuestras estadísticas y habilidades: beneficios adicionales que nos permitirán, por ejemplo, tener más vida o hacer más daño cuando estemos luchando con varios enemigos.
Más arcade que exploración
Así pues, tenemos una aventura de acción y plataformas en 2D con mapas lineales, mejoras para nuestro personaje, armas e incluso artefactos. Eso sí, solo tenemos una vida para pasarnos el mapeado, de modo que si morimos nos tocará volver al punto de partida, lo que a su vez provocará que el diseño de los niveles cambie por completo, obligándonos de este modo a repetirlo todo nuevamente en busca de las salidas y de las piezas de equipo que nos ayuden a sobrevivir a esta odisea.
Ya os vamos avisando que es un título muy desafiante y con un nivel de dificultad bastante elevado, aunque lo suficientemente bien medido como para que no resulte ni muy frustrante ni injusto. Aquí rara vez moriremos por haber tenido “mala suerte” con la disposición de elementos y enemigos, por lo que casi todos nuestros fracasos serán únicamente culpa nuestra.
Esto es algo importantísimo en un juego de estas características, ya que al plantearnos un reto desafiante y equilibrado, consigue “picarnos” para que siempre queramos intentarlo una vez más. Cada muerte supone una valiosa lección, y con casi total seguridad, en nuestra siguiente partida jugaremos mejor y desarrollaremos nuestras habilidades casi sin darnos cuenta, mejorando poco a poco como jugadores, lo que se traduce en una sensación muy satisfactoria a medio y largo plazo.
Además de jugar mejor, el título también busca ayudarnos con un sistema de progresión muy interesante y bien medido que nos permitirá desbloquear diferentes mejoras permanentes de cara a nuestras próximas incursiones.
Un descenso a los infiernos
Hay cosas que he dejado deliberadamente fuera de estas primeras impresiones, mecánicas o aspectos concretos que creo que merecería la pena comentar, pero que no son tan importantes porque sean novedosos o rompedores en sí mismos, sino porque contribuyen a una sensación general de descubrimiento, un “sense of wonder” que convierte Windblown en un viaje muy especial. Un viaje que expandirá sus fronteras a finales de este mismo mes de octubre.
Estas impresiones han sido realizadas gracias a clave anticipada facilitada por Cosmocover.