The Watchmaker

El tiempo ha sido representado simbólicamente como el ejecutor implacable que marca cada hora de la existencia humana hasta que termina tragándose el último segundo que nos queda de vida; es el enemigo que todos pretendemos combatir para alcanzar la juventud y la vida eternas, es decir, volvernos como dioses. Pero por mucho que luchemos, todavía ningún ser humano ha podido vencer a este fascinante villano.

Después de todo, crecemos y envejecemos dentro de un ritmo marcado en unidades de tiempo llamados años o días. Sin embargo, aquí cabe preguntarse qué pasa con el tiempo del recuerdo, el de los planes de futuro; es decir, el tiempo del pensamiento que no es medible dentro de los mismos parámetros cronológicos, porque podemos regresar a nuestra infancia y volver al presente en segundos, o pretender planear el resto de nuestra vida en minutos.

Jugar a entender el paso del tiempo

El abismal problema del tiempo ha fascinado a numerosos autores durante siglos que, jugando con el tiempo, nos han traído propuestas como este The Watchmaker, una aventura llena de rompecabezas y protagonizada por Alexander, una suerte de relojero cuya rutina consiste en reparar diariamente su adorada torre de reloj, ajustando sus engranajes y dejándola impecable. Es, desde siempre, su pan de cada día, un hábito adquirido al repetir una misma tarea muchas veces. 

Una costumbre que implica práctica y que, con el tiempo, ha acabado desarrollando de manera casi automática, sin necesidad de implicar el razonamiento. Empero, llega un momento en el que la vida de la parte protagónica deja de ser una línea recta en movimiento, dado que una misteriosa voz etérea le alerta de que ha ocurrido algo malo, desencadenando una acción que pone en marcha todo el argumento de la historia. Algo que lo obliga a actuar antes de que se acabe el tiempo. Literalmente, el tiempo se ha vuelto loco.

El tiempo pasa inexorablemente

Setas rojas, pantallas grises, botiquines… En los videojuegos, una vida es un turno de juego que tiene un personaje jugador, definido como el período de tiempo entre el inicio y el final del juego. De la misma forma, las vidas se refieren a un número finito de intentos antes de que el juego termine con un “Game over”, lo que obliga al jugador a reiniciar o dejar de jugar. La cantidad de vidas que se otorga a un jugador varía según el tipo de juego, pero si algo tienen en común es que nos permiten encarar los retos de diferente forma en función de nuestra confianza a los mandos.

El juego desarrollado por la gente de Micropsia Games SpA también afronta el dilema de la salud, si bien, lo hace de una forma un poco más original que el resto de la competencia. A este respecto, mediante un insólito proceso de envejecimiento que sustituye a las habituales barras de salud o la regeneración de la misma y que pone de manifiesto el inexorable paso del tiempo. Todos sabemos que llegaremos a ancianos tarde o temprano, pero ¿nos planteamos en qué estado de salud envejecemos o queremos envejecer?

Es evidente que la calidad de vida que tengamos juega un papel  muy importante en nuestra salud, y The Watchmaker se encarga de recordarnos esto constantemente a través de las acciones que llevamos a cabo. Y aun cuando hay algunos mecanismos y tratamientos que pueden contrarrestarlo, el inevitable paso de los años lleva a nuestro protagonista a la obsolescencia, marcando un monótono compás que nunca se detiene, ni retrocede. Avanza siempre. Y si no somos capaces de leer bien la partitura del ciclo de vida de Alexander, no daremos el tono adecuado.

Distopía motora con engranajes

La retrospección es, probablemente, la actividad más recurrente en el ser humano: añoramos cualquier tiempo pasado que fue mejor, más sugestivo o sencillamente más interesante. Llegados al momento clave de nuestra fascinación, en algunas ocasiones, hasta nos habremos preguntado. ¿Qué hubiera pasado si…? Y de repente, nos convertimos inconscientemente en creadores de una nueva “realidad” compuesta por acontecimientos que nunca hubieran ocurrido.

De hecho, juegos como The Watchmaker se caracterizan por la nostalgia y la melancolía de un pasado inexistente, un pasado reinventado que configura un tiempo con influencias futuras, abrazando la ciencia y la tecnología como medios que hacen posible formular un imaginario repleto de influencias artísticas, las cuales convergen en torno a un núcleo movido por los exponentes más paradigmáticos de la época victoriana.

Así, por medio de la reflexión y revisión de corrientes artísticas y la influencia de acontecimientos pasados, The Watchmaker crea un arte rico, crítico y atemporal. Al mismo tiempo, esta originalidad le ayuda a cuestionarse aspectos de la vida e incluso a servir como fuente de inspiración para crear nuevos discursos artísticos.

Este análisis ha sido realizado gracias a una copia digital de PlayStation 4 facilitada por Badland Publishing.

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