The Inquisitor

Pocos géneros narrativos tan apetecibles hay como ese género aliado de la ciencia ficción que llamamos ‘ucronía’, un tesoro de imaginación que plantea y responde las preguntas más ociosas e imposibles y abre sendas insospechadas en la Historia, cruces de caminos en los que la imaginación se desfoga sin control de antidopaje. En el argot de la literatura ucrónica, a esos momentos en que todo habría cambiado si en lugar de A hubiera sucedido B se les llama ‘puntos Jonbar’, en memoria de John Barr, el personaje de un relato de Jack Williamson de los años treinta que puede cambiar el porvenir a su elección si escoge un guijarro o un imán. 

¿Y si la Armada Invencible hubiera sido esta vez realmente ‘invencible’ y las tropas españolas hubieran conquistado Inglaterra y encerrado a Isabel I en la Torre de Londres? ¿Y si el Eje hubiera derrotado a los Aliados en la II Guerra Mundial y las banderas nazi y japonesa onderan hoy en los Estados Unidos? Estás son sólo dos de las fantásticas posibilidades que se desarrollan a continuación.

Por ejemplo, en The Inquisitor se relata una segunda venida de Cristo. No es la venida prometida al final de los siglos, sino de una simple visita para la que ha escogido la ciudad de Königstein, que está plagada de una serie de misterios y pecados. Tal es así que un ejército de inquisidores fervientes imponen la fe de forma salvaje de un tiempo a esta parte, lo que lleva a Cristo preguntarse acerca de las consecuencias de hacer al hombre libre. Una libertad espantosa, pues para el hombre y para la sociedad no ha habido nunca nada tan espantoso como la libertad.

La fe adopta muchas formas

The Inquisitor descubre, a lo largo de sus diez horas de juego, que lo que nos hace humanos por encima de todo es la facultad de elegir –cada uno en sus circunstancias– entre posibles conductas: es la facultad de debatir internamente en nuestra conciencia, de decidir entre obrar el bien y el mal, entre el egoísmo y la generosidad. Al final, la vida del ser humano es ante todo el marco donde se debate esa lucha de la cual no podemos huir.

Dicho de otra forma, el juego nos pone entre la espada y la pared con decisiones que afectan al transcurso de los acontecimientos. Conforme exploramos la ciudad de Königstein percibimos las atrocidades de esta suerte de realidad alternativa de carácter religioso, encontramos zonas donde supura la intolerancia y la discriminación, conocemos personajes que han cometido atrocidades en nombre de su fe, y asistimos a las maldades realizadas por la propia supervivencia.

Es un universo donde los temas sociales y políticos se mezclan con el ocultismo, la demonología y la brujería; con una imaginería muy potente. Ahora bien, aun cuando la propuesta narrativa tiene su miga, con personajes principales y secundarios bien construidos, no es menos cierto que le sobran vaivenes, conversaciones vacías y horas. Asimismo, el diseño de niveles no tiene un ritmo tan bueno como el de otros referentes, y que el desviarnos del camino no siempre es satisfactorio.

Impartiendo fe al pueblo

Después de tantos elogios, algún lector podría mirar la nota que acompaña al texto con escepticismo, pero tiene explicación. Aunque el juego nos ha gustado, este tiene un amplio margen de mejora en varios campos.

Por ejemplo, si nos sumergimos en él buscando un juego de exploración, nos encontraremos unas labores de investigación planas.

Asimismo, en The Inquisitor hay demasiados combates que, por ser menos satisfactorios de lo que deberían, se acaban haciendo pesados, afectando al ritmo de la aventura: recorremos los escenarios con el deseo de que podamos llegar al siguiente hito narrativo sin que haya muchos enfrentamientos de por medio. Al final, por estar menos pulido de lo que debería, las batallas acaban haciéndolo más repetitivo, a lo que también contribuye que casi todos los escenarios que recorremos se parezcan mucho estructural y estéticamente.

Sea como fuere, al final, The Inquisitor nos ha trasladado a un mundo oscuro donde se abordan temas interesantísimos, donde investigamos casos en los que nada es lo que parece, y donde vamos ayudando a comunidades mientras tratamos de mantener el orden e imponer la fe en Dios. Un mundo cuyo final estará marcado por nuestras duras decisiones, entre lo que es moral y lo que es correcto. En lo narrativo es una propuesta original y muy disfrutable a pesar de que se alarga durante unas horas más de lo que debería. Además, el diseño de niveles acaba repitiéndose y los enfrentamientos, aunque tienen muchas posibilidades, son menos precisos de lo que el juego se cree.

La edición física The Inquisitor Deluxe Edition para PlayStation 5 y Xbox Series X incluye la banda sonora original, el compendio digital y el atuendo de Gran Maestro.

Pero en la balanza acaba teniendo más peso lo positivo: su historia, su ambientación, las decisiones, los casos que resolvemos. Se ha quedado a un pelo de alcanzar las estrellas, pero para muchos será un juego que merece ser probado.

Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de Xbox facilitada por Meridiem Games.

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