Donut Dodo

Las aficiones son eso que nos da vidilla en el día a día. Esperamos con ansia la llegada del viernes para poder descansar el fin de semana y dejar, generalmente, a un lado las obligaciones; pero también anhelamos tener un momento de desconexión para encontrarnos con nosotros mismos y echar el freno por un momento. El inconveniente llega cuando se amontonan esas actividades que tanto nos gustan, nos relajan y nos ayudan a sobrellevar el paso del tiempo.

En más ocasiones de las que nos gustaría, es incompatible dedicar el tiempo a dos cosas a la vez –véase hacer la siesta con cualquier otro elemento–; sin embargo, en el caso de Donut Dodo es posible compaginar, a su manera, el videojuegueo con la pastelería. Y todo es gracias a la gente de pixel games y a su propuesta, totalmente arcade, en la que nuestro objetivo es recoger rosquillas mientras sobrevivimos en un entorno hostil bajo el reinado de un dodo.

La magia del pasado

Toda creación tiene su origen en otra obra. En el vasto espectro audiovisual, podríamos hablar de la década de los 80 como una era dorada en todo lo que conllevara luces, colores y movimientos de cualquier tipo. Pero no solo dentro de la partida, sino fuera. Porque el entorno es tan importante como lo que percibimos por la vista. Y si no, pensad en qué lugar os imagináis jugando para dar unos buenos puñetazos en Street Fighter II o para sufrir con la caseta del perro en el primer Silent Hill.

En este sentido, el ambiente de los salones recreativos era un elemento más del juego, un estresor que aumentaba, aunque a duras penas, la concentración en una pantalla y unos píxeles que eran sinónimo de colegueo. Como también significaban el derroche inevitable de monedas en unas tardes en las que no importaba nada más que echar unas risas y lograr una puntuación que hiciera perdurar nuestro nombre –de tan solo tres letras– en el aparato que acabábamos de usar.

Por suerte, en Donut Dodo no corremos el riesgo de invertir toda nuestra paga en superar las fases, resultando, si obviamos el tamaño, el único aspecto que lo diferencia de la experiencia de jugar a las atractivas máquinas recreativas.

La frustración de quien quiere y no puede

Cada videojuego tiene su público objetivo. Puede ser más amplio o menos, puede perseguir una audiencia concreta de forma más clara o menos, pero lo cierto es que no todos los juegos están hechos para todas las personas. Desde la más oscura tensión de los survival horror hasta el frenesí de los shooter, el espectro es casi tan variado como personas hay a los mandos. Y Donut Dodo no es una excepción.

El contrarreloj, la precisión del plataformeo y la búsqueda de elementos por todo lo largo y ancho de la pantalla es algo llamativo, pero harto complicado de dominar. Cada pequeño avance se celebra en forma de inscripción en un particular salón de la fama, pero puede ser efímero si no se siguen entrenando las habilidades. Y para que esto suceda es necesario persistir en el cometido.

Así, el juego que nos ocupa cuenta con distintos niveles de dificultad que se desbloquean a medida que se va superando cada modo. Con varias rondas por nivel, la repetición de las primeras en la lista está asegurada a causa de una complicación creciente. Escaleras estratégicamente colocadas, enemigos con patrones fijos y rosquillas que parecen inalcanzables harán de Donut Dodo todo un desafío a la altura de sus maestros.

Espíritu de superación

Quizá coger a esta ave extinta como referencia es un toque de atención a nuestras acciones y a las repercusiones, especialmente a largo plazo, que pueden dar lugar. Aun así, nuestra teoría es que esta visión de la extinción es un reflejo de la dificultad de Donut Dodo. La muerte es un bucle sin fin en un ciclo de niveles que acabaremos visitando más veces de las que estaríamos dispuestos a admitir.

Al final, las premisas más sencillas pueden complicarse hasta tirarnos de los pelos si caen en ¿buenas? manos. Pero no hay nada de malo en aceptar la derrota y seguir persiguiendo dulces redondos. El game over es parte intrínseca del videojuego y nos acompaña desde que el mundo es mundo; es más, gracias a ello aprendemos de los errores y superamos las trabas del camino. Dicho de otra manera: la perfección solo le llega a quien la persigue.

Este análisis ha sido realizado gracias a una copia digital de Nintendo Switch facilitada por Flynn’s Arcade Publishing.

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