Crossroad OS

Desde fuera del mundo de la programación, todo lo construido a partir de código puro y duro se antoja un galimatías sin sentido. Abreviaturas en inglés, signos que no utilizamos en textos u órdenes con principio y final son solo algunos de los ejemplos más básicos que nos podemos encontrar, todo eso sin contar los lenguajes existentes y las funcionalidades particulares de cada uno. Sin embargo, en ocasiones también sucede lo mismo desde los programadores expertos.

Esta suerte de infierno puede hacer que se invierta más tiempo de lo esperado o que, incluso, apostemos por una vía de escape antes de culminar la obra que nos tiene en vilo. Los videojuegos no son una excepción a esta regla, y Guy y Daisy Games lo han sabido representar a la perfección en su título más reciente. 

Por este motivo, Crossroad OS es la más fiel representación de un proyecto que no ha llegado a buen puerto: un sistema operativo pasado de moda y, a priori, inacabado.

Pruebas, café y días sin dormir

Aunque no tengamos que desarrollar nada, en Crossroad OS somos víctimas del sueño de una persona que quería crear un sistema operativo que cabalgara entre el mundo real y el espiritual. Un sistema operativo con bugs muy coloridos que harán de las suyas para impedirnos avanzar por el reino del código, al mismo tiempo que nos desmotivan para que perezcamos en el intento.

Así, el título que nos ocupa adopta la estructura de un juego de puzles dentro de, como no podía ser de otra manera, un ordenador. Partiendo del tutorial que hay en el escritorio, aprendemos de manera intuitiva las mecánicas para aplicarlas posteriormente en su contexto. Un contexto con forma de laberinto en primera persona que supone el escenario del particular sistema operativo, y que resulta especialmente accesible en su navegación, incluyendo a aquellas personas que sufren cinetosis –lo que vienen a ser mareos ante juegos en primera persona–.

A pesar de encontrar una especie de laberinto, la organización de Crossroad OS se basa en una sala grande a modo de centro de operaciones a partir de la cual se abren las distintas rutas a recorrer. Unas rutas que tienden a ser circulares (pues empiezan y acaban en la puerta que da a la sala principal), por lo que, como consecuencia, resulta difícil perderse. Además, si exploramos lo suficiente encontraremos un mapa que, si bien no refleja los pasillos como tal, nos sirve para conocer el porcentaje de completación de las distintas zonas, con el fin de reconocer dónde podemos dar con la clave que nos salve de un supuesto bloqueo.

En búsqueda de la asistencia personal

Aunque los rompecabezas sean su atracción personal, en Crossroad OS encontramos una ligera vertiente metroidvania. Esto es, el juego no es totalmente lineal, puesto que, en ocasiones, necesitaremos o bien una herramienta o bien un código que introducir en la zona principal para poder avanzar a la siguiente sala. Sin embargo, si queremos evitar confiar demasiado en nuestra memoria y perder la información por el camino, para resolver algunos de los puzles de los que hace gala el presente título se precisa papel y lápiz o el moderno uso de la cámara de fotos del móvil.

Por otro lado, Crossroad OS cuenta con textos y doblaje al castellano. Un doblaje, como elemento más llamativo, que recae exclusivamente en una voz peculiar, la de Clippy, el famosísimo asistente de Microsoft Word. Respetando una prosodia y un tono robóticos, este pequeño nos recuerda a la mismísima GLaDOS. Por este motivo, se podría pensar que el presente videojuego es el resultado de crear un universo alternativo en el que el clip del procesador de textos ha llegado a hacerse con el control del software de nuestro ordenador personal.

Teniendo esto último como referencia, se observa que el humor es un elemento más en este título. Y no lo hace solo de cara a los escasos personajes que nos puedan acompañar, sino que, más allá de Clippy y los bugs, se atreve a coquetear con el mundo del desarrollo y lo precario que es en muchas (más) ocasiones (de las que nos gustaría admitir). Ejemplos de ello son la inclusión del clip ayudador y las bromas sobre el parecido del Crossroad OS con Linux.

No es oro todo lo que reluce

Detrás de una experiencia que nos puede durar fácilmente 4 horas y en la que prima lo absurdo y el humor, hay temas tan serios como las pobres condiciones de muchas desarrolladoras y la crítica a la que se ven expuestas sin tener en cuenta el esfuerzo que conlleva dicho trabajo. Esto se deja traslucir en varias ocasiones durante la partida, con la pugna interna por el dominio del sistema operativo y, asimismo, las acciones del usuario.

Al final, hacemos nuestro el Crossroad OS intentando arreglar los fallos que dejó el creador original. Seguimos sus pasos en un ecosistema misterioso del que vamos aprendiendo a medida que pasan las horas y sumamos pasos por doquier. Por eso, cuando completamos la partida, nos queda un sentimiento de satisfacción por el camino recorrido y la diversión experimentada. Y, quizá, pocas ganas de instalarnos el decadente sistema operativo.

Este análisis ha sido realizado gracias a una copia digital de PC facilitada por Daisy Games.

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