Ave César, los que van a jugar te saludan.
El Imperio Romano es una etapa de la historia que a lo largo de la industria del videojuego siempre ha dado mucho juego, nunca mejor dicho. Las posibilidades que ofrecen los prácticamente mil años de historia —si incluimos la República— son infinitas, no solo en términos históricos que aprovechan juegos como Imperivm sino también en términos culturales, estratégicos o de gestión.
Realizar carreras de cuadrigas, investigar asesinatos, resolver conspiraciones, gestionar una ciudad, combatir en la arena… Como vemos, las posibilidades que da el mundo romano son extensas y casi nunca, en la industria del videojuego, ha habido ausencia de videojuegos inspirados en Roma. Y si no, que se lo digan a propuestas como Citadelum, un juego de construcción de ciudades en el que tendremos que construir un asentamiento, expandirlo hasta límites insospechados y ya sea de paso, ganarnos el favor de los Dioses.
El precio del progreso
Citadelum tiene, desde luego, una obsesión enfermiza por el detalle. Casi todo lo que podáis imaginar se tiene en cuenta a la hora de enfrentarnos al desafío de crear y gestionar nuestro imperio. De hecho, es un juego de estrategia y gestión un tanto «hardcore» a largo plazo por la profundidad que ya se le ven a varias de sus mecánicas y que van a más.
Tenemos varios ejemplos sencillos de la profundidad del juego comenzando por la gestión de recursos básicos como la madera. Sí, la impresión que tenemos al iniciar la primera partida y ver los frondosos bosques de nuestra región es que va a ser un recurso que no se va a terminar nunca pero, sin embargo, poco comprobaremos el coste de crear el asentamiento a nivel de recursos y veremos cómo en, tan solo un año de vida de nuestro asentamiento en tiempo de juego, una buena cantidad de estos árboles que parecían infinitos han desaparecido ya sea para construir tablas, para crear combustible para calentar las casas o avivar la forja.
Esto nos obligará a echar el freno en ciertos momentos para avanzar sin agotar estos recursos e incluso a crear una partida de reforestación que se encargue de plantar otros árboles para repoblar los bosques y garantizar que en unos años podremos volver a tener madera disponible.
Moldea tu imperio
Ahora bien. Hay una cosa que Citadelum hace fantásticamente bien. Bueno, en realidad hay muchas, pero esta es inherente a los city builder y nuestro protagonista la lleva a un nuevo nivel. Sencillamente, no hay un proceso correcto. Dentro de la profundidad y las posibilidades que ofrece, la libertad que ofrece al jugador a la hora de crear su propio poblado -que si lo hacemos bien, terminará siendo un imperio – es tal que sentimos que no hay una manera correcta de hacer las cosas: solo la nuestra. Es el propio transcurrir de los acontecimientos el que nos guía sobre cuál es el siguiente paso a dar, y de esto seremos testigos desde que construimos el primer edificio.
¿Un granero? ¿Un aserradero? ¿Un almacén? Es prácticamente absurdo aconsejar sobre cuál debería ser nuestra primera edificación, cualquier elección es buena, pero después hay que ser consecuente con ella y actuar en consecuencia. Sin embargo, no siempre improvisar es la mejor idea. De hecho, no lo es casi nunca, y es que conociendo los recursos con los que contamos desde el principio, y sobre todo, la geografía y orografía del terreno donde nos toca comenzar, tendremos que tener clara nuestra estrategia a la hora de construir un pozo y preparar los cultivos de diferentes cereales como trigo o cebada, siempre teniendo en cuenta la fertilidad del terreno para cada uno de ellos.
Citadelum es un juego para tomárselo con calma, no solo porque como buen city builder es de ritmo lento, sino porque conviene gestionar bien los recursos. Si pretendemos avanzar demasiado rápido vamos a pagarlo caro, y comenzarán a escasear la madera para construir, o lo que es peor, el almacenamiento, con lo que no importará todos los recursos que seamos capaces de reunir: si no tenemos dónde guardarlos, inevitablemente se estropearán. No digamos ya si lo que escasea es el alimento: nuestra aprobación entre los habitantes disminuirá, con unas fatales consecuencias que serán irreversibles.
No es algo que vaya a tumbar nuestro imperio, pero en momentos puntuales de la partida una manifestación puede romper ese preciado equilibrio que hace que todo funcione a la perfección. Lo mismo ocurre con los incendios o las enfermedades. Hay que gestionar bien los recursos, sí, pero también es importante construir una ciudad en la que no falte de nada; que sea bonita, que ofrezca diversión y en la que los ciudadanos estén cubiertos ante cualquier imprevisto.
Si lo pruebas, no lo sueltas
Crear, gestionar y expandir un gran imperio comercial es una experiencia divertida y emocionante como pocas. Citadelum sabe sorprender al aficionado creciendo sin cesar, ofreciendo más y más materias primas con las que jugar, obligándote a salir de tu entorno para explorar nuevos horizontes, y seguir creciendo. Y lo haces, durante horas, muchas horas, porque es un videojuego tremendamente divertido.
Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de PC facilitada por Abylight Studios.