Cuando intentas encuadrar tu obra en la tradición comenzada por otros, tus retos son muy distintos a los que se encontraron aquellos pioneros que abrieron el camino antes que tú. Estos se enfrentaban a las dudas de si su fórmula funcionaría o no, pero no eran conscientes de que estaban estableciendo las bases de algo nuevo. Sin embargo, innovar y pulir lo que ya se considera establecido lleva aparejada la tarea de estudiar y diseccionar sus fundamentos para comprender qué es lo esencial, qué es lo accesorio y, a partir de ahí, aplicar nuevos elementos que corrijan y aumenten el trabajo iniciado por los que exploraron territorio.
Eso es lo que hace Mandragora: Whispers of the Witch, simple y llanamente. El título de Primal Game Studio ha sido ese alumno disciplinado y atento que durante largas horas se ha sentado a escuchar a sus maestros, los soulslike y metroidvania, para empaparse de todo su conocimiento y lanzarse a recorrer el mundo añadiendo sus propias ideas. Ideas que comparten ciertas hechuras con esa característica impronta que algunas desarrolladoras aportan a sus juegos pero que, sin embargo, poco tienen que ver con su sutileza y mucho con la contundencia de los porrazos que se reparten.
Un mundo de fantasía oscura
Por ejemplo, la construcción de su mundo oscuro y decadente, pero también con destellos brillantes que dejan intuir una sociedad que se niega a caer rendida a una inquisición tenebrosa y perturbadora. Mandragora: Whispers of the Witch Tree es una obra que invita a la reflexión profunda sobre la condición humana, el destino, la naturaleza del bien y el mal, y la lucha contra la adversidad. Explorando temas como la violencia, la pérdida y la resiliencia, la obra que nos ocupa plantea preguntas complejas sobre la moralidad y la búsqueda de sentido en un mundo cruel.
Esto se refleja también en el diseño del escenario y en la dirección artística general del juego: no tenemos palabras para definir lo bonito que es Mandragora: Whispers of the Witch Tree y lo bien llevado que está su apartado gráfico. Este curioso estilo no solo es llamativo por la utilización de texturas de trazo fluido que se ven poco en el videojuego, sino que también juega con las proporciones de los personajes y de los entornos, con sus formas y con las perspectivas que utiliza, dándole un giro muy interesante a la vista lateral tan utilizada en videojuegos, pero que pocas veces vemos buscar con tanto ahínco como aquí una sensación de profundidad.
Y lo mejor de este estilo artístico es que resulta ambivalente tanto para ser llamativo como producto como para propiciar un diseño de niveles, al más puro estilo metroidvania, que hace mucho por desafiar al jugador a explorar cada rincón de los escenarios. Y es digno de alabar que con este formato visual el juego se guarde tanta sorpresa, tantos caminos alternativos y sepa llevar esto también gracias a unas decisiones casi imperceptibles: gracias a unas sombras y a unos encuadres que hacen que sea ciertamente sutil la presencia de algunos caminos secundarios, Mandragora: Whispers of the Witch Tree consigue que la exploración sea muy satisfactoria, muy gratificante y sobre todo consigue recompensar al jugador más curioso.
En Mandragora: Whispers of the Witch Tree aprendes pronto que cualquier pequeño conato de camino o de espacio abierto puede llevarte a un nuevo lugar: si ves un pequeño hueco por el que puedes caminar, seguramente va a haber un camino a descubrir. Y eso puede llevar a muchas cosas, desde un cofre con una recompensa (que puede ser mejor o peor), hasta una zona secundaria, un atajo que desbloquear para que después llegar al mismo sitio no sea tan fastidioso, o incluso un enfrentamiento contra un enemigo probablemente más poderoso de la cuenta.
Un reto a la altura
¿Es difícil? A ver, difícil, lo que se dice difícil, no es. Es complicado y algo exigente, pero no es difícil. El juego requiere que prestemos cierta atención al combate, que seamos precisos en el movimiento y que valoremos si de verdad vamos a dar una nueva estocada o mejor esperamos, esquivamos y/o buscamos el parry. Atacar consume una especie de estamina (algo que consigue transmitir esa sensación de pesadez y cansancio propia del combate) y si te quedas sin estamina, más vale que vayas bien de vida. En pocas palabras, es difícil, pero desafiante.
Lo que nos lleva a hablar, cómo no, de un combate que asienta firmemente sus pies sobre los pilares de la saga Souls pero cuyas mecánicas hacen que, al mismo tiempo, se sienta lejos de ser un mero clon. Por ejemplo, si en todos los exponentes del género los enfrentamientos en grupo suelen ser sinónimos de una muerte segura, Mandragora: Whispers of the Witch Tree eleva la potencia de los golpes enemigos hasta cotas nunca vistas para no solo no quedarse atrás en esta tendencia sino, además, asegurar el hecho de que su curva de aprendizaje sea una cuesta bien elevada y llena de baches hechos a hostia limpia.
Unas hostias que recibiremos en unos enfrentamientos que se resuelven en unas pocas acometidas. Su pesadez se deriva de unas animaciones precisas, exquisitas y sumamente fluidas, que transmiten a la perfección el esfuerzo de mover unas armas contundentes y, en ocasiones, absolutamente desproporcionadas. Como el brutal daño que recibiremos en cuanto nos equivoquemos y este nos devuelva al punto de partida de la zona que estemos explorando. Porque, y de ahí vendrá la tensión, las apuestas en cada enfrentamiento van a ser muy elevadas.
Bienvenidos al reino de la Entropía
Por lo demás, aunque el juego de marras carece de la elegancia a la hora de configurar un universo por el que transitar sin esfuerzo, sí tiene cuando tiene que pegar un puñetazo encima de la mesa y teñirlo de una atmósfera que haga que el jugador se retuerza sobre la silla. En suma, Mandragora: Whispers of the Witch Tree no es un triunfo absoluto pero sí un verdadero acierto de un estudio que, si sigue este camino, puede ofrecernos futuras obras realmente brillantes.
Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de PC facilitada por Jesús Fabre.