El flow state es una sensación difícil de describir que implica estar tan sumergido en un momento de gran rendimiento que todo lo demás desaparece. Cuando alcanzas ese estado mental, estás totalmente inmerso en lo que sea que estés haciendo hasta el punto de que a menudo pierdes la noción del tiempo o ignoras las distracciones externas. Durante el flow state, logras un estado de concentración en el que pones toda tu atención sin esfuerzo en una tarea en particular; como resultado, alcanzar el flow state puede ser una experiencia energizante.
Abyssus, DoubleMoose Games, nos sumerge por completo en un estado de flujo. En resumidas cuentas, uno simplemente fluye cuando nos hacemos a los mandos de esta propuesta. Una propuesta en la que tendremos que abrirnos paso, ya sea en solitario o con varios amigos, luchando a través de niveles creados a mano en una aventura roguelite que pondrá a prueba tus habilidades tácticas.
El misterio de las profundidades
En un mundo movido por la salmuera, una sustancia inusual y poderosa que solo se encuentra en las profundidades del mar, somos reclutados para recuperar un gran depósito bajo las ruinas de una antigua civilización. Sin embargo, nuestra misión se convierte en una frenética batalla por la supervivencia cuando los habitantes corruptos de ese reino sumergido se alzan contra nosotros.
A través de una vista en primera persona y con un estilo brinepunk, el juego que nos ocupa nos ofrece un sistema de progreso en el que avanzamos y conseguimos cosas, desde una suerte de experiencia personal ganada a base de superar combates hasta el desbloqueo de nuevos poderes que nos permiten experimentar el juego de formas completamente nuevas. Pero que para que un sistema de progreso funcione, este debe resultar interesante. Afortunadamente, cada una de las habilidades que vamos aprendiendo es la solución óptima para eliminar a cierto tipo de enemigos.
Festival de sinergias
Alrededor de esto se organiza todo el juego. Cuando eliminamos un enemigo o un obstáculo, conseguimos unos fragmentos de alma cuyo propósito básico es servir de moneda con la que adquirir bonificaciones pasivas permanentes, permitiendo, por ejemplo, disponer de un mayor número de curaciones.
Asimismo, a medida que vayamos haciéndonos un nombre, nos obsequiarán con nuevas armas, cada una con un tipo de disparo y una habilidad. Por supuesto, como buen roguelite, cada partida varía también gracias a las habilidades, tres (o dos, o cuatro, en función de ciertas ciertas variables) que se nos ofrecen aleatoriamente, y que conseguimos cada vez que superamos una arena de combate. A grosso modo, son potenciadores de estadísticas que a su vez tienen una cualidad pasiva asociada a ellos. Por ejemplo, podemos usar munición incendiaria, que infringe daño por quemadura adicional.
Hay más, y en cómo se relacionan entre ellas y con nuestra manera de jugar está uno de los mayores triunfos de Abyssus. Otra habilidad hace que nuestras armas nos permitan invocar unos tentáculos que atacan a distancia, lo que nos da mayor capacidad ofensiva. Lo mismo con las armas que podemos portar, por ejemplo. Quizá tenemos un arma que nos va muy bien (la escopeta, por ejemplo; me gusta mucho) y nos encontramos un arma poco apropiada, pero tampoco tenemos nada que perder.
Es por esta ausencia de elementos superficiales que Abyssus funciona lo suficientemente bien. Todo encaja. Cada partida realmente parece esa experiencia mística que simboliza el descenso a lo más profundo. Es un juego que requiere concentración y habilidad; uno de esos que te aceleran el pulso y te obligan a pensar a una velocidad superior.
Estas impresiones han sido realizadas gracias a una clave digital de PC facilitada por Cosmocover.