Dark Atlas

No hará falta un meteorito. Tampoco una inteligencia artificial fuera de control. Ni siquiera un apocalipsis nuclear. El fin del mundo —al menos tal y como lo conocíamos— ya está ocurriendo. No lo anuncia ningún telediario, pero se cuela en todos. No lo decreta ninguna institución, pero condiciona cada decisión que tomamos. El colapso ya no es una distopía literaria, es una condición estructural. Y como toda buena caída, viene acompañada de tres cosas: negación, espectáculo y una inercia suicida.

El planeta se quema, la democracia se tambalea, la tecnología nos sobrepasa y la salud mental global se desintegra. Pero lo vivimos como si fueran cosas separadas. Error. Lo que enfrentamos no son muchas crisis, sino una sola crisis sistémica.

Y aunque es posible que el fin del mundo no sea un final, sino tan solo el principio, nos hacemos la siguiente pregunta: ¿y ahora qué?

También se la hace Álvaro Aparicio, autor de Atlas Negro, concebida como una crónica que recoge diferentes sucesos que tienen lugar en varios puntos del planeta, desde el surgimiento de las huellas hasta la aparición de criaturas mucho peores y el colapso definitivo de la civilización.

Es, en pocas palabras, un compendio de un infierno arrasado y obras como Dark Atlas: Infernum forman parte de esta antología, ofreciéndonos una historia perturbadora en primera persona donde el fin del mundo se conjuga con un survival horror psicológico de corte esotérico y narrativa potente.

El miedo más antiguo e intenso es el miedo a lo desconocido.

Estableciendo esta frase como un pilar sobre el que apoyarse, debemos cuestionarnos el sentimiento vital y clave: que es el miedo. Es la reacción que se produce ante un peligro inminente, generando una variedad de estímulos tan extensos que se nos hace imposible enumerarlos. Tanto el miedo como la ansiedad, son naturales en el ser humano, por ser una herencia del instinto de supervivencia. Y a pesar de todos los avances que se han hecho, el miedo sigue siendo una de las emociones más permanentes y versátiles.

A través de una vista en primera persona, una perspectiva que facilita la inmersión a la vez propicia un gran incremento en la tasa de sustos, Dark Atlas: Infernum conmociona con su esencia de angustia y desasosiego. Sin armas de ningún tipo y contando únicamente con nuestro ingenio para poder desenvolvernos en un mundo plagado de dolor, en el que la muerte espera al jugador tras cada esquina en forma de pesadilla, convulsionando de la misma manera en la que lo hacen las criaturas de este lugar tan peculiar, controlamos a nuestro personaje, Natalia, Gran Maestra de una antigua orden esotérica

Atrapada en un sótano polvoriento, drogada y apenas recordando tu identidad, deberemos librar una batalla de voluntades que podría abrir las puertas del infierno, por lo que tendremos que acompañarla en una aventura cargada de rompecabezas al mismo tiempo que interactuamos con algunos objetos y recogemos notas que nos permiten esclarecer algunos detalles.

En cierta manera, Dark Atlas: Infernum es una propuesta que recuerda de forma ineludible a títulos como Amnesia: The Dark Descent y Outlast, ya que estos fueron los encargados de marcar el devenir de los juegos de terror en primera persona de la última década. Concretamente, influyendo a centenares de imitadores como el que nos ocupa, los cuales evitan los enfrentamientos directos y magnifican la indefensión del jugador. En pocas palabras, nos anima a correr por nuestra vida y encontrar un sitio donde escondernos.

La apuesta es clara desde el primer momento, y aunque pueda parecer poco ambiciosa, lo cierto es que las fichas del casino están colocadas en otro número, pero están: el de la fe en el jumpscare como dogma —el mal llamado susto fácil—, y este es un buen ejemplo: los sobresaltos y los momentos inquietantes están muy bien trabajados, desde la manera en que se va fraguando la tensión psicológica hasta la creatividad en el portazo que la libera.

Las puertas del infierno

Los recuerdos modelan nuestras acciones, nos acompañan y nos dan sentido del yo. Sin recuerdos, no sabríamos quiénes somos, como fuimos alguna vez, ni quienes desearíamos ser en un futuro memorable. Somos la suma de nuestros recuerdos. Nos proporcionan un sentido privado y continuo del yo. Los recuerdos compartidos nos unen a nuestros seres queridos, vecinos y contemporáneos.

Si perdemos la memoria, quedamos a la deriva de un mundo ajeno, y juegos como Dark Atlas: Infernum ponen de manifiesto la capacidad mental a la que más recurrimos, y a la que mayor esfuerzo exigimos, por medio de una obra videolúdica en la que recuperamos imágenes y escenarios del pasado, y en la que se bifurcan hasta el eco sordo de un instante más antiguo, las puertas del infierno. Por medio de sus mecánicas, desarrolla una ausencia que delata una verdad todavía más inminente, abrazando las situaciones sangrientas, las imágenes de violencia explícita y los peligros grotescos.

Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de PC a través de Steam facilitada por Selecta Play.

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