En un mundo cada vez más dominado por la tecnología y la producción en masa, la forja a fuego emerge como un recordatorio de la conexión profunda entre el ser humano y los elementos. Este antiguo oficio, que se remonta a miles de años, no solo ha sido fundamental para el desarrollo de herramientas y armas, sino que también ha evolucionado como una expresión de arte y habilidad. La forja a fuego es mucho más que un simple proceso de fabricación; es un arte que requiere paciencia, precisión y, sobre todo, pasión.
Y juegos como Blades of Fire se amparan en esta máxima, brindando una aventura de acción en la que forjas tus propias armas y te enfrentas a feroces enemigos utilizando un singular sistema de combate. Una aventura en tercera persona en la que el jugador asume el papel de Aran de Lira, quien debe derrotar a la malvada Reina Nerea. La reina ha lanzado un hechizo que convierte el acero en piedra, y Aran, junto a su compañero Adso, emprende un viaje para forjar su propio arsenal y liberarse del hechizo que paraliza al mundo.
Con todo esto, Blades of Fire nos ofrece una propuesta que no sólo pone de manifiesto un mundo de fantasía medieval, sino también una guía artesanal de como la forja requiere un conocimiento profundo de los materiales y una destreza que solo se adquiere con años de práctica, y que quizá pueda abrumar a muchos jugadores durante los primeros compases.
Dicho de otra forma, es un proceso complejo que requiere precisión, experiencia y destreza artesanal, exigiendo una serie de pasos individuales que transforman un trozo de acero en un arma efectiva, desde la preparación del material en bruto y el templado y revenido, hasta el pulido y abrillantado.
El arte de la forja, la creación de la belleza
Entrando ya en lo que es su jugabilidad, Blades of Fire nos ofrece un combinado de elementos de varios juegos de éxito, utilizando como base los sempiternos «Soulsborne» de FromSoftware o el más lejano Blade: The Edge of Darkness, por lo que resulta casi inevitable hacer mención a estos títulos. A pesar de todo esto, os avisamos que las batallas suelen ser mucho más técnicas e incluso pausadas que la mayoría de sus congéneres.
Lanzarse al ataque sin pensar rara vez no acaba con nosotros besando el suelo, por lo que estudiar bien los patrones de ataque de nuestros enemigos (son muy claros y predecibles una vez nos los aprendemos) resulta fundamental para encontrar esos breves huecos en los que podemos aprovechar para atacar de forma segura y sin arriesgar.
Esto se hace especialmente patente en los jefes, los cuales suelen tener cuatro o cinco ataques que repiten de forma constante y que siempre indican de alguna manera, de modo que lo mejor para acabar con ellos suele ser esperar a que los realicen, evitarlos y aprovechar rápidamente para pegar un par de golpes antes de que puedan volver a reaccionar.

Por lo demás, parte del buen hacer de Blades of Fire se debe a que es un alumno aplicado que ha estudiado a los grandes nombres aportando su propio granito de arena. Y aunque parece improbable que la gente de Mercury Steam se embarque en el desarrollo de nuevas entregas, se le debería exigir un trabajo más exhaustivo en el diseño de mapas, un mejor equilibrio en la dificultad general, y sobre todo, algún tipo de innovación que realmente quede en el recuerdo más allá de esa idea central de la forja, pero ahora mismo sólo podemos calificarlo de una aventura correcta que podría haber aspirado a algo más.
Estas impresiones han sido realizadas gracias a una clave digital de Xbox Series facilitada por PressEngine.
























