A diario realizamos una serie de tareas, ya sea en el ámbito cotidiano o en el laboral, que a base de repetir una y otra vez acabamos realizando de manera automática. Es solo en el momento de pensar en ellas cuando corremos el riesgo de volvernos torpes o de cuestionar nuestras propias acciones. Por ejemplo, «¿estamos usando bien los pedales de la bicicleta?» o «¿habré cerrado bien la puerta de casa al salir?». Existe un concepto psicológico que trata de explicar este fenómeno, conocido como el síndrome del ciempiés. Los orígenes de esta idea se remontan a un viejo poema del siglo XIX.
Dicho poema, generalmente atribuido a la autora Katherine Craster y que tiene por nombre El dilema del ciempiés, relata brevemente la historia de un ciempiés que, al ser preguntado por el orden en que movía las patas para caminar, se derrumbó por no saber cómo continuar corriendo, pese a que hasta ese momento movía con naturalidad sus numerosas patas sin pensar en cómo lo hacía. Dicho concepto defiende que un razonamiento consciente sobre una tarea que ya tenemos automatizada puede afectar negativamente a su resultado, especialmente si tiene que ver con movimientos físicos.
En definitiva, muchas veces puede ser mejor no complicarse la vida y confiar en nuestras capacidades y en nuestra experiencia sin darle demasiadas vueltas, porque es importante sentirnos capaces de llevar a cabo las cosas que ya hemos demostrado que sabemos hacer. Eso sí, también es fundamental entender que siempre se puede aspirar a seguir aprendiendo, mejorando y reforzando nuestras metodologías, tanto desde los estímulos a los que nos exponemos como desde la búsqueda activa de nuevos conocimientos y habilidades.
De la misma manera, en la vida en general, en ocasiones tenemos tropezones y acabamos por los suelos, a eso le llamamos las famosas piedras de la vida, no importa equivocarse y fallar es algo inherente al ser humano, pero el tema principal aquí no es caernos, sino la actitud con la que nos levantamos.
¿Qué se entiende por walking simulator?
Y obras como Baby Steps se amparan en todos estos temas, abrazando una propuesta de lo más peculiar que nos lanza a un mundo abierto en el que tenemos que descifrar la mejor manera de encarar cada obstáculo o de encontrar una ruta nueva hacia arriba.
Una propuesta que nos pone en la piel de Nate, un hombre sin rumbo que descubre, literalmente, cómo poner un pie delante del otro, y que a través de un humor sumamente irreverente, nos propone las siguientes preguntas: ¿Por qué caemos? Tenemos la solución en nuestras manos, ¿Seremos capaces de creérnoslo?, ¿Seremos capaces de levantar los ojos, mirar la realidad, respirar hondo y dar ‘ese’ paso tan deseado?, ¿Seremos capaces de cambiar lo que queremos, tomar las decisiones que necesitamos?
Y para ello, hay que caminar para responder a todas estas preguntas, mediante mecánicas que transforman la concepción clásica de las mismas en una incesante búsqueda de expresividad e innovación.
Asimismo, Baby Steps nos enseña que ser torpe, es siempre empezar por imitar, intuir la ejecución de algo que aún no nos pertenece como habilidad, desde la referencia más cercana que tengamos de ese algo, incluso si viene de otro contexto. Esto es lo que genera frustración, el hecho de marcar un modelo aspiracional a reproducir y verte fuera de tu zona de confort al intentar igualarlo. Vamos a dejarlo pasar.
Sabemos que va a ser frustrante no saber, no poder, pero, al menos, podemos empezar a reconocer en ese momento de incomodidad y falta de capacidad de reacción cuando te ves torpe, un paso a otro nuevo horizonte de auto-aprendizaje: lo impropio, como aquello que aún no alcanzamos, pero que no tenemos que tener prisa por alcanzar.
Estas impresiones han sido realizadas gracias a una clave digital de PC a través de Steam facilitada por Cosmocover.