Cross Blitz

Cada cierto tiempo llega un roguelike de cartas que le da la vuelta a un concepto básico para hacer algo totalmente nuevo. Poco más se puede decir de la influencia que ha tenido Slay the Spire en el medio. Y ya hablamos largo y tendido en su día sobre la genial mezcla de ideas que fue Loop Hero. Casi todos estos juegos tienen en común el ser fáciles de comprender y muy directos en su propuesta, pero con una profundidad que no hace más que crecer conforme las horas pasan y pasan. Cross Blitz no es una excepción.

Es verdad que la obra que nos ocupa es adictiva, y eso hace que su propuesta nos enganche enseguida; pero su verdadero secreto, en realidad, es la inteligencia con la que consigue convertir las cartas de toda la vida en una pieza móvil que podemos modificar a nuestro gusto. A este respecto, ofreciendo un RPG de construcción de mazos que combina una aventura cargada de  momentos hilarantes y batallas estratégicas que van in crescendo.

Si a algo podemos agarrarnos desde el principio es a que la estructura, eso sí, es relativamente convencional. Nada más empezar, podemos escoger entre diferentes personajes, cada uno con sus características específicas. Empezamos con un mazo con unas cartas predeterminadas y un mapa con diferentes caminos que podemos escoger, cada uno con sus enfrentamientos – más o menos difíciles – sus eventos, sus lugares de descanso y su jefe final. En un principio, el meollo del asunto son los combates: como en un RPG por turnos cualquiera, cada jugador dispone de varios espacios para colocar cartas en filas delanteras y traseras, mientras que el maná aumenta con cada turno que pase.

Agotados nuestros movimientos, descartamos las cartas sobrantes de nuestra mano, damos paso al enemigo para que haga lo propio, y volvemos a empezar.

Fácil de aprender, difícil de dominar

Hay muchas cosas en Cross Blitz que son magistrales, pero la que es verdaderamente heroica es su capacidad de transformar las barreras de entrada de todos los géneros de los que bebe en ínfimos obstáculos. Cada una de las posibles asperezas está limada al máximo para convertirse en algo más bonito, más tierno, más afable: la dificultad, los números, las estadísticas o las infinitas sinergias entre las diferentes cartas nunca juegan en detrimento sino a favor del jugador.

Tanto de aquel que se esté iniciando, que siempre tendrá algún nuevo elemento en el que fijarse y que aprender a explotar para llegar cada vez más lejos, como para el jugador veterano, que tiene siempre a mano un millón de posibilidades para intentar romper el juego, elaborar nuevas estrategias y exprimir al máximo todas las mecánicas.

A la pregunta «¿cómo conseguimos crear un juego que sea extremadamente complejo sin que esa complejidad entorpezca el proceso de aprendizaje?», Cross Blitz contesta: «siendo sinceros». Y es precisamente esta honestidad, el absoluto compromiso que tiene con no dejar ni un solo matiz encubierto, lo que nos lleva a asumir nuestros propios errores, aprender de cada intento, y pulsar el botón para iniciar una partida nueva cada vez que terminamos, con éxito o sin él.

En el combate, esto se traduce en un montón de datos sobre el transcurso del enfrentamiento que podremos consultar en todo momento. Sabemos si el enemigo va a atacarnos, o a defenderse; sabemos cuánto daño va a hacerle nuestra carta de ataque a un determinado oponente con solo ver sus estadísticas. Al principio, menos acostumbrados a las mecánicas, miraremos con lupa todos estos datos constantemente. 

Unas horas después, los entenderemos intuitivamente en casi todas las ocasiones, pero seguirán estando visibles en la pantalla, disponibles para que les echemos un ojo si lo necesitamos. El juego nunca, jamás, te lleva de la mano por sus distintas fases, pero tampoco te la suelta; se comunica constantemente con nosotros, como una persona muy transparente a la que le encanta hablar sobre sí misma, siempre dispuesta a que los demás comprendan lo que piensa o siente.

Un gran acabado artístico tanto para la vista como para nuestros oídos

Supongo que, al final, es esto lo verdaderamente revolucionario: encontrar un título que, en medio de las decenas y decenas de videojuegos con los que disfrutamos constantemente, permanezca junto a nosotros como si por él no pasase el tiempo, estático en cuanto a que es irrepetible, casi perfecto.

Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de PC facilitada por Cosmocover.

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